miércoles, 20 de agosto de 2014

Capítulo 38 + aviso.

Dos días.
Una presión no demasiado fuerte sobre la parte superior de su cuerpo la despertó. Cuando sus oídos se afinaron y se centraron en los sonidos de la realidad, pudo percibir la risa de su hermano, que sin abrir los ojos, supo que estaba tumbado sobre ella, con los brazos extendidos como si fueran las alas de un águila planeando alrededor de su presa. Entreabrió sus párpados y miró a Chris, intentando averiguar por qué la sacaba de sus profundos sueños.
- ¿Qué haces? -preguntó dejando caer su cabeza sobre su almohada de nuevo, cerrando los ojos para conciliar el sueño.
Notó como las pequeñas manos de su hermano se arrastraban hasta su cara y trataba de abrirle los ojos tirando de sus cejas hacia arriba. Elisabeth rió y le agarró las manos, se puso sobre él, cambiando posiciones. Empezó a mover sus dedos enérgicamente sobre su vientre satisfecha al oír las carcajadas del pequeño. Cuando ambos pudieron dejar de reír, Chris abrazó con fuerza a su hermana.
- ¡Feliz tumpleañoooooos! -gritó.
No hicieron falta más que dos palabras para hacer que algo picara en los ojos de Elisabeth, unas gotitas de agua salada que trataban de salir como un perro cuando intenta abrir una puerta con las patas. Abrió los brazos y abrazó a su hermano lo más fuerte que pudo, agradecida porque a pesar de todo, había podido pasar tiempo con su verdadera familia y aunque le costara admitirlo, se sentía realmente ayudada por ella. Quizás no había elegido la mejor manera de prosperar como persona, ella lo sabía, pero no le importaba, porque se había solucionado todo y, ahora volvía a Londres, renovada, cambiada y en su interior, un poco más completa que cuando llegó.
Se levantó de un salto con su hermano en brazos, lo sentó en la mesa del escritorio mientras se ponía ropa más calentita que su pijama de Mafalda. Agarró un jersey de lana color granate y sus vaqueros, acompañados por sus eternas botas militares. Su hermano saltó de la mesa mientras ella se atusaba el pelo frente al espejo y se quitaba las ojeras con el corrector. La verdad, es que anoche le había costado mucho dormir, no sólo por la emoción, sino porque sabía que su vuelta traería más consecuencias malas que buenas. Salió tras su hermano mientras se colocaba un mechón casi rizado tras su oreja, dejando limpio su campo visual. Oía el choque de los platos de porcelana que su madre debía estar usando aquella mañana para colocar el desayuno. Olía realmente bien.Olía de la misma manera que su piso en los fines de semana en los que Helen despertaba con hambre. Inspiró el aroma que tantos recuerdos le traía e intuyó lo que su madre le estaba preparando para desayunar. Cruzó el umbral de la puerta y se sentó en una silla de la mesa de la cocina. Frente a ella, su madre colocó un plato repleto de alimentos grasientos que, estaba segura, le proporcionarían energía para todo el día y parte del siguiente. Clara le plantó un fuerte beso en la mejilla a su hija y le deseó un feliz cumpleaños en inglés. Contempló su desayuno, más propio de la tierra a la que volvía que de la que pisaba en esos momentos. Se comió con lentitud la panceta, las salchichas, los dos huevos, las dos rodajas de tomate a la parrilla, la rebanada de pan tostada y su té. No sólo acabó satisfecha, sino que sentía que su madre podía haber alimentado a todo un ejército sólo con aquel plato. Levantó la mirada en busca del reloj de pared para consultar la hora y se sorprendió al ver que eran las doce. Gimió frustrada imaginando lo tranquila que estaría ella durmiendo a esa hora. Bueno, quizá era muy tarde, pero ella tenía sueño.
Su padre asomó la cabeza por el salón y sonrió al encontrarse con su hija viendo la televisión. Acababa de llegar de trabajar, con mucho apetito, pero también con ganas de felicitar a su pequeña. Sin embargo, tenía que seguir el plan y hacer como si no se acordara. En su opinión era un plan absurdo, pues la noche anterior ya le habían dado su regalo, pero su esposa estaba emocionada y no sería él quien le quitara la ilusión. Se dirigía a la cocina, de donde procedía un olor a lasaña que hacía que sus entrañas rugieran, cuando el timbre sonó. Giró el pomo mientras se quitaba la corbata que le estorbaba y miró quién llamaba. No se sorprendió al ver a Lucas allí, con las manos en los bolsillos en una actitud despreocupada; últimamente pasaba mucho tiempo con su hija.
- Hola muchacho.
- Hola Carlos, venía a ver a Beth.
El hombre asintió y dejó la puerta abierta para que pasara, volviendo a su camino hacia su mujer. Lucas cerró y caminó hasta el salón donde se encontró a su novia sentada en el suelo viendo una basura de programa.
- Vaya buena manera de empezar los dieciséis: sentada en el suelo viendo una mierda en la tele. -le comentó con su sonrisa vacilona, mientras se sentaba a su lado.
Elisabeth soltó una carcajada. Miró a ambos lados asegurándose de que no había nadie cerca que pudiera descubrirlos y le besó en la boca, lentamente, saboreando la sensación de tener a Lucas pegado a ella. Estaba gratamente sorprendida de gustarle a alguien como él, alguien al que odió desde el principio y que de todas las chicas despampanantes que probablemente habrían estado en su cama, se quedara con ella. Sin embargo, no podía evitar sentirse mal por ocultarle su viaje de vuelta. Había pensado mil maneras de darle la noticia y ninguna sonaba bien, hasta que optó por dejarlo para un momento en el que estuvieran realmente solos. Temía por la reacción de Lucas, tan impulsivo como era. No evitaba darle vueltas al hecho de que ella era la única con la que había estado y que nada los ataba.
El chico la cogió de la mano y la arrastró a su habitación, donde cerró la puerta para darles más intimidad. Elisabeth se sentó en su cama, acunando el peluche de su jirafa entre sus brazos. Lucas se sentó a su lado y se tiró del pelo, nervioso. Ella le miró con inquietud, sin estar demasiado segura de qué le preocupaba. Esperaba que nadie le hubiera contado lo de Londres, o que no fuera a preguntar de qué era de lo que querían hablar sus padres con ella. Se le daba muy mal mentir, enseguida sus mejillas se volvían rojas y no podía parar de mover sus pupilas,  buscando un punto fijo al que mirar.
Cuando iba a darse por vencida y confesarle que se marcharía de España, su teléfono sonó, sobresaltando a ambos.

***

Estaba nerviosa. Realmente no sentía que tuviera el valor para pulsar aquel botón. Llevaba una hora con el teléfono en la mano y no tenía fuerza de voluntad. Harry, que había llegado cinco minutos atrás, le acariciaba la pierna animándola a llamar. Tenía miedo de que no quisiera hablar con ella, de que no la echara de menos, de que estuviera enfadada. No estaba segura de si aquello era buena idea, pero después de todo, era su hermana, era Beth y era su cumpleaños. No podía evitar recordar las fiestas que se montaban mutuamente y las sorpresas que se daban en sus días favoritos, pero por primera vez, no estaban juntas en aquellos momentos y Helen anhelaba comer a besos a su compañera de piso, despertarla con un gran desayuno, preparar juntas la tarta y pringar toda la cocina porque nunca eran capaces de hacerla bien.
Suspiró y tocó el botón verde de su pantalla táctil. Esperó unos cuantos tonos y cuando estaba segura de que su amiga no se lo iba a coger, una voz con acento español la saludó. Harry estuvo a punto de levantarse para darles intimidad, pero ella agarró con más fuerza que nunca su camiseta y tiró de él hacia abajo, para que se sentara de nuevo.
- ¿Beth?
Pudo oír su sonrisa al otro lado del teléfono y eso la ayudó a soltar el aire que había contenido sin darse cuenta. Sus pulmones se ensancharon y su rostro brilló con alivio.
- ¡Hola Helen! Tenía muchas ganas de hablar contigo.
Su estancia en España estaba haciendo un gran efecto sobre ella, pues no quedaba nada de su acento británico y cerrado tan propio de Londres.
- Fe-felicidades. Espero que no te pille en mal momento.
Notó como Elisabeth guardaba silencio y luego volvía hablar.
- En absoluto. Tengo que decirte algo muy importante.
Su tono de voz fue bajando conforme decía la última frase, como si hubiera alguien cerca que no quisiera que oyera la conversación. Helen arrugó el entrecejo con confusión sin saber qué podía ser aquello tan importante que la española quisiera decirle. Estaba a punto de responderle cuando oyó unas voces en español. Parecía una voz masculina, la que hablaba con ella. Intercambiaron algunas palabras hasta que por fin oyó de nuevo a su amiga hablar en inglés.
- Tengo que ir a comer, que mi madre quiere llevarme de compras esta tarde temprano. Si... puedes... pues t-te podría llamar y-yo. Si te parece bien. -habló apresuradamente.
La italiana se alegró de saber que no era la única que estaba nerviosa. Sonrió con tanta dulzura que Harry no pudo evitar contagiarse al verle el rostro.
- Claro. Estaré pendiente. Adiós Beth.
- Adiós Helen... Hmm... Te quiero, espero que no lo hayas olvidado.
Su corazón se iba a salir del pecho, no sabía si del alivio, la sorpresa o las ganas de llorar que le estaban dando. No podía evitar que las lágrimas formaran una capa brillante y salada en sus ojos. Se sentía culpable por no haber llamado antes, pero se sentía terriblemente feliz por saber que todo iba bien, que no todo había cambiado. Que ambas se echaban de menos y que lo mejor que podía haber hecho había sido llamar. Se alegraba de haber contratado una tarifa para poder hablar desde distintos países a un coste normal, porque no tenía ninguna gana de colgar.
- Nunca lo haría. Te quiero Beth.
Lo último que oyó fue un suspiro por su parte. Miró la pantalla de su nuevo iPhone para asegurarse de que la llamada había terminado y dejó que las lágrimas cayeran por sus mejillas y se acumularan en las cuencas de sus ojos, sin darse cuenta de que había estado reteniéndolas. Con su dedo índice lleno de anillos, bloqueó el móvil. Levantó la mirada buscando los ojos verdes de Harry que tenía los codos apoyados en las rodillas y sus manos entrelazadas por sus largos dedos. Estaba sonriente, mirándola llorar de emoción. Le pasó el brazo por los hombros y la abrazó, besándola en la parte superior de la cabeza.

***

Lucas se había ido a casa a comer cuando ella todavía hablaba con su amiga por teléfono. Se sentía más aliviada que nunca de saber que las cosas iban bien y que cuando llegara a Londres, no se encontraría con una Helen enmarañada y descuidada que le dijera que la abandonó y que la hiciera sentirse culpable por todo lo que había pasado como soñó en el hospital. Oyó como su madre le pedía a su padre que pusiera los platos en la mesa mientras ella subía. Miró como uno a uno subía los escalones con una torre de ropa de Elisabeth en los brazos. La chica siguió a su madre hasta su habitación.
- Lucas me ha dicho que te había dejado su regalo sobre la cama, cariño.
Dirigió la mirada hacia allí y vio un paquete envuelto en papel de regalo, tenía forma alargada y estrecha y parecía proteger un modesto papel detrás de ella. Se acercó y leyó el papel, con la letra desordenada de su novio.
"Todavía queda lo mejor"
Se sentó en el colchón con su madre al lado, muerta de curiosidad, y rasgó el papel. Abrió lentamente la caja y casi se le cae al ver el regalo. Debía de haberle costado una fortuna. Se trataba de un reloj de oro blanco, pequeño, con la correa formada por redondos eslabones. Se fijó en los pequeños colgantes que brillaban bajo aquellos aros entrelazados. Uno era una cabina telefónica propia de Reino Unido, a su derecha un pequeño avión en dirección contraria a la cabina telefónica, y seguido de éste una pequeña bandera de España. Les vio un claro sentido a aquellas pequeñas figuritas, lo cual le enterneció más, pues eso significaba que Lucas había pensado en ella y no lo había comprado simplemente del escaparate.
- Es precioso. -dijo Clara fascinada.
Elisabeth, que casi se olvidaba de que su madre estaba allí, sonrió, con unas ganas tremendas de decirle que estaba saliendo con aquel chico que poco a poco estaba conquistando su corazón. Sin embargo, ella sabía que había una espinita que seguía clavada en su interior, y esa espinita era Niall. Aunque Lucas quisiera hacerla olvidar, le dolía mucho que no lo estuviera consiguiendo, teniendo en cuenta que ella era su primera novia.
- Lo es.
Se lo puso con cuidado en su muñeca izquierda y después siguió a su madre hacia la cocina donde la mesa estaba puesta y los dos hombres de la casa estaban sentados esperándolas. Elisabeth estaba un poco extrañada de que su padre no recordara su cumpleaños. Pero más aún de que su madre no se lo hubiera recordado. Sin embargo, no le daba importancia, porque si no se había acordado ese día, se había acordado el anterior al darle su billete de avión.
Comieron deprisa para que a su madre le diera tiempo a echarse una siesta antes de salir. Aprovechó que en Londres quedaría poco para la hora del té y subió a la buhardilla para llamar a Helen. Se sentó en el sofá bajo el cual se encontró las revistas que tanto daño le hicieron pero de las que ya no había ni rastro y marcó el número.
- Hola Beth. -habló ella nada más descolgar el teléfono.

***

Estaban en el sofá viendo Doctor Who en la televisión mientras comentaban la existencia sobre alienígenas en dicha serie, cuando el teléfono de Helen sonó. Ambos quedaron en silencio mientras la italiana respondía.
- Hola Beth.
Harry estaba hablando con su madre por WhatsApp mientras su amiga hablaba por teléfono. No quería que ella se sintiera incómoda porque él estuviera escuchando así que no prestó ninguna atención a lo que decían. Llevaban ya media hora hablando cuando Helen se puso un poco tensa.
- Tienes que prometerme que no se lo vas a decir a Niall.
La mención del irlandés no le daba buena espina. Pero prometió lo que ella pidió y escuchó atentamente a lo que estuviera a punto de decirle.
- Vuelvo a Londres.
- ¿¡Qué!?
No estaba segura de querer saber si era una broma o lo decía en serio. Bueno, quería que volviera a Londres y que viviera con ella de nuevo, que las cosas fueran como siempre. Pero si se trataba de una broma, estaba claro que no tenía ninguna gracia. Miró a Harry, que estaba sobresaltado, con el ceño fruncido, esperando por una explicación.
- ¿Lo dices en serio? - dijo deprisa, pensando que probablemente Elisabeth pensaría que le molestaba que volviera por como había reaccionado.
- Sí. ¿T-te molesta?
- ¡En absoluto!
Comenzaron a hablar a toda prisa, haciendo planes para cuando volvieran, organizándose para verse en el aeropuerto. Las dos pensaron que era buena idea que la española se quedara en casa de su abuela si lo que no querían era que Niall la viera, pero Helen detestaba tener que mentirle y ocultarle que su amiga había vuelto. Realmente era lo peor que podía hacer, pero también era lo único, al fin y al cabo, lo había prometido.
Colgó y lo primero que hizo fue lanzarse a Harry y abrazarle con todas sus fuerzas.
- ¡Va a volver! ¡Va a volver! ¡Pasado mañana vuelve! -gritó.
Harry abrió la boca, asombrado por la noticia. Realmente no sabía que hacer, así que simplemente abrazó a su amiga con fuerza, mientras sonreía por su entusiasmo.
- Me alegro muchísimo, de verdad.
Helen se levantó de un salto y empezó a decir las cosas tan rápido que dejaron de tener algún sentido después de un minuto. Daba vueltas y saltaba por todo el salón con tanta prisa que a Harry le costaba seguirla con la mirada. Le estaba poniendo histérico. Ella le daba vueltas a sus anillos mientras hablaba, y sólo paraba de hacerlo cuando gesticulaba moviendo ambas manos. Llevaba un buen rato así y el chico estaba mareado sólo de mirarla. Caminó hasta ella y le colocó las manos sobre los hombros, frenándola. Helen le miró sorprendida y en silencio, tan cerca como estaban sus rostros pudo apreciar lo verdes que eran aquellos grandes ojos que tanto le encantaban.
- Lo siento. -murmuró al darse cuenta de que se había comportado como una histérica.
Harry era demasiado alto y ella tenía que echar hacia atrás la cabeza para verle bien. Estaban tan cerca que su cerebro les tentaba a ambos con los labios del otro. Fue él quien se atrevió a acercarse primero. Al ver que no se apartaba, continuó agachando la cabeza despacio, hasta quedar a un escaso centímetro que no se atrevía a cruzar. Se moría por besarla, pero no quería estropearlo todo y menos ahora, que estaba eufórica por la vuelta de su amiga... Sus pensamientos fueron interrumpidos porque ella se puso de puntillas y le besó. Con cuidado, con lentitud, con miedo y con gratitud.

***

Llevaban dos horas comprando y a la chica le dolían muchísimo las plantas de los pies. Gimoteaba detrás de su madre, suplicándole que volvieran a casa. Clara, harta de su hija, la llevó en coche a casa de Lucas, asegurándose de que hasta dentro de dos o tres horas no volviera a casa. Acababa de hablar con la madre de éste y le había pedido que la entretuviera lo suficiente como para prepararlo todo. Estaba satisfecha por cómo estaban marchando las cosas y porque su hija no sospechaba nada.
Elisabeth se sentó junto a Lucas en la cama y le miró. Estaban en la misma situación que aquella mañana, él estaba muy nervioso y ella no dejaba de mirarle. Levantó la mano y le acarició la nuca con cariño, haciendo resonar el choque de los colgantes de su reloj, que llamó la atención del chico. Se aseguró de que ella realmente llevaba puesto su reloj y sonrió. Se acercó a su novia y la besó con dulzura. Sin embargo trató de no alargarlo mucho, porque debía darle su otro regalo y no podía esperar a ver su reacción. Sacó un sobre azul de su bolsillo y se lo entregó, mientras se rascaba la cabeza avergonzado. Ella le miró con curiosidad mientras lo abría.
Lo primero que se dejó ver fue otro colgante, igual que uno que ya brillaba en su reloj, era otro avión. Elisabeth estaba sorprendida. Lo primero que pensó era que se había equivocado y había comprado dos aviones sin darse cuenta, pero al ver lo otro que había en el sobre, su mandíbula se abrió más que nunca. Era un billete de avión a Londres para dos semanas después. No se lo podía creer. Enseguida entendió el significado del otro avión. Su cabeza no dejaba de dar vueltas y no quedaba ni rastro de todas las maneras de las que había pensado decirle que volvería a Inglaterra.
- Antes de que digas nada, no es que quiera que te vayas o algo así... Es que sé que lo que más quieres en este mundo es volver allí, así que... bueno.
Estaba tan nervioso que no podía fijar la vista en un sólo punto y eso, enterneció a Elisabeth, que no era capaz de mover un músculo. ¿Realmente aquello estaba pasando? Antes de darle la mala noticia de que sus padres ya habían tenido su idea, no pudo evitar avalanzarse sobre él. Se colocó a horcajadas y le besó con tanta efusividad como pudo. Lucas sonreía con tristeza, pero sonreía. Se incorporaron de nuevo después de un rato en aquella posición y ella se apresuró a colocar el avión al lado de la bandera de España, en dirección a la cabina telefónica.
Quedaron en silencio, hasta que ella aprovechó para ser sincera.
- Ehmmm... ¿Recuerdas que mis padres querían hablar conmigo anoche? -esperó a que asintiera para continuar- Pues... me regalaron... esto. Hmm... Tengo un billete para volver a Londres... pasado mañana.

Holaaaa. Bueno a ver, no sé por dónde empezar. Sé que estas no son horas de publicar y se qué dije que acabaría la novela antes de irme, pero esta última semana no he tenido nada de tiempo para subir. Ya sabéis que no tenéis de qué preocuparos porque yo tengo todo planificado hasta el final. Hoy me voy a las cinco de la madrugada y bueno, quería que supiérais que este capítulo iba a ser mucho más largo, pero no doy a basto. Este en concreto, me ha costado más de un día escribirlo y no estoy nada orgullosa de cómo me ha quedado. 
Sé que a algunas de vosotras os aviso por WhatsApp de que he subido y que normalmente me dais vuestra opinión por ahí, pero hasta Septiembre no tendré el móvil y no podré leer ninguna opinión. Sé que vais a pensar que es un coñazo, pero os agradecería que me criticarais por aquí. No porque quiera más comentarios, sino porque quiero saber qué pensáis. No os pido parrafazos, con una línea me sobra. En fin, si estáis leyendo esto, os doy mil gracias por estar ahí. 
Quiero dedicarle este capítulo a Lia Tomlinson. Creo que es la lectora más fiel y más dulce que tengo. Le agradezco muchísimo que se tome tiempo para leerme y comentarme, bueno, por hacerme caso en general. Esto es muy muy importante para mí. 
Espero que disfrutéis vuestras vacaciones como yo lo voy a hacer, que ya me toca. 
Muchos besiiiis <3

4 comentarios:

  1. ME ENCANTAAA *__* de veras, cada vez son mejores, que sepas, quiero saber que pasa, que intriga, pero tampoco quiero que acabe jo, es muy mono Lucas pero quiero que vuelva con Niall, oh su reacción al verla como será OMG pásalo bien en el viaje

    ResponderEliminar
  2. Primero de todo quiero decirte que el capítulo te ha quedado genial, así que no te preocupes. Dios, que ilusión me ha hecho que me hayas dedicado éste capítulo!!! Casi me da algo, no exagero para nada jajajajaja. Menos mal que me he pasado a ver si había algo nuevo, me hubiese sentido fatal al no comentarte éste capítulo. Uf, estoy medio acojonada, se va a quedar con Niall al final, no? No tengo nada contra Lucas, pero no es lo mismo jajajaja.
    Te vuelvo a dar las gracias por dedicarmelo, eres una escritora genial, de verdad. Un heso cielo!! <3
    Lia.

    ResponderEliminar
  3. PD; Que tengas buenas vacaciones!! <3

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar