miércoles, 30 de enero de 2013

Capítulo 19.

Aquella frase arrancó una sonrisa en el rostro de Elisabeth.
Caminaban por el pasillo con tan solo el sonido de las pisadas de Niall, pues la chica seguía descalza.
- Te he traído el desayuno. - dijo el rubio irlandés mientras entraban en la cocina.
Sobre la mesa descansaban platos a rebosar de comida. Todo tipo de dulces y bollos. Pero lo que más llamó la atención de Elisabeth fue uno de los desayunos más típicos de España. En una fuente se encontraban humeantes, los llamados "Churros en lazo" , junto a dos tazas de chocolate caliente. Recordaba en las vacaciones de verano, cuando cada año que volvía a su país, todas las mañanas su madre le llevaba bolsas llenas de aquella comida más conocida en los países hispanos que, consistía básicamente en harina, sal, azúcar y agua.
Dirigió una mirada de incredulidad a su acompañante.
- ¿De dónde los has sacado?
- Tengo contactos. - dijo sonriente.
- ¿Has desayunado?
Tras una leve negación de cabeza por parte del chico los dos se sentaron en la mesa.
Mientras daba un sorbo a su taza de chocolate caliente, contemplaba los ojos melancólicos de su amiga, que le contaba una de sus aventuras en las vacaciones en su país. Siempre había pensado que no era necesario esperar años para poder forjar una gran amistad. Y ella era un claro ejemplo de ello. Nunca se arrepentiría de haber recogido aquel teléfono móvil a sus pies cuando estaba en el autobús. Nunca se arrepentiría de haber cogido el autobús durante tanto tiempo por sólo verla a ella. Los chicos siempre le decían que si cogía el transporte público la gente le reconocería y no le dejarían tranquilo, que era mejor que le pidiese a Alfred que le recogiese o que le pidiera a Paul que cualquier guardaespaldas le llevase, pero él, se limitaba a ignorarles. Decía que la atención de las Directioners era mejor que nada, pero el verdadero motivo por el que siempre iba en autobús era por ella.
- Gracias. - dijo Elisabeth con la mirada fija en su taza de chocolate.
- ¿Por qué?
- Por todo.
Por fin levantó la cabeza para contemplar aquellos preciosos ojos azules que la miraban interrogantes. Ambos sonrieron y continuaron desayunando.
- ¿Te importa si vamos al piso de mi abuela? Me gustaría despedirme de ella. - dijo dándole el último sorbo a su taza de chocolate.
- Claro que no. Tú ve a vestirte y yo mientras recojo esto.
Elisabeth hizo caso y salió de la cocina para dirigirse a su habitación y escoger la ropa, no sin antes darle un sonoro beso en la mejilla a aquel chico que estaba haciendo tanto por ella. Caminó hasta el baño que compartía con su compañera de piso y se permitió el lujo de estar más de quince minutos bajo el agua.
La decisión que su padre había tomado era drástica. Podría haberla obligado a vivir con su abuela y no salir de su piso. Podrían haberse quedado ellos en Londres y haber rechazado el traslado. Pero no, su padre la obligaba a cambiarse de país, de un día para otro. Pretendiendo que olvidase todos esos momentos que había vivido allí, todas esas personas que había conocido, todos sus amigos.
Tras haberse secado, vestido y más tarde, cepillado su rubia melena ondulada, se dirigió a la cocina donde Niall había recogido absolutamente todo.
- ¿Vamos? - preguntó éste.
Después de un asentimiento por parte de Elisabeth, se dirigieron entre risas y tonterías hasta el piso de su abuela. Durante todo el camino, ambos hablaban y reían pero ninguno decía realmente lo que sentía. Lo mucho que se echarían de menos mutuamente a pesar de tan sólo haber pasado cuatro días juntos. A pesar de las palabras de la chica cuando se despertó, Niall continuaba sintiéndose culpable.
- Abuela... Hola.
La anciana abrió los ojos con sorpresa al ver a su nieta frente a la puerta, sin su habitual sonrisa y acompañada de un chico. Volvió la mirada a la joven y contempló sus ojos con cautela. Aquellos ojos que se parecían tanto a los de su hijo en los que expresaba dolor y tristeza, mucha tristeza.
- Pasad. ¿Queréis algo?
- No gracias Abuela, acabamos de desayunar. - habló educadamente.
- Pues antes de explicarme a qué se debe tu visita, ¿Por qué no me presentas a este muchacho tan guapo?
- Claro. Abuela éste es mi amigo Niall, Niall ésta es mi abuela.
Tras el cruce de miradas y sonrisas, un abrazo por parte de la anciana y el chico, caminaron hasta el salón. Una habitación con las paredes color crema, el suelo cubierto por una moqueta de un marrón de tono oscuro. Parecido al parqué. Muebles barnizados del mismo color que la moqueta. Una mesa redonda colocada en el centro de la habitación, junto a un sofá, dos sillones y frente a la televisión. La mujer mayor dejó a los invitados sentarse en el sofá, colocándose ella en uno de los sillones, a la derecha de Elisabeth. Quien no tardó en explicarle que había ido a verla para despedirse de ella. Ya que como mucho la vería una vez al año.
- No me gusta la decisión que ha tomado tu padre, pequeña. Debería saber que la prensa cobra por inventar historias.
- ¿No puedes convencerlo?
- Cariño, tu padre siempre ha sido muy cabezota. Y como figura paterna, debe cometer errores, yo no puedo entrometerme en sus decisiones, él está a cargo de tu educación por delante de mí. Ya se dará cuenta de que es un error y seguro que pronto podrás volver. - dijo la mujer dándole un beso en la frente a su nieta y sonriendo al amigo de ésta.

domingo, 6 de enero de 2013

Capítulo 18.

- ¿Tu padre?
Asintió.
- Vale Beth, no te preocupes. Irás a España pero podrás volver. Sólo tienes que demostrarle a tu padre que sigues siendo esa chica tranquila y centrada que ellos recuerdan. Pasa con ellos las Navidades e intenta convencerlos para que puedas volver cuando vaya a empezar el curso.
Elisabeth continuaba en silencio derrochando lágrimas. Cuando mejor estaba, cuando mejor le iba en los estudios, cuando su compañera más la necesitaba llegó su padre y lo fastidió. No podía sentirse más frustrada. Había tantas cosas que la retenían en Londres que despedirse de aquella ciudad sería difícil. Muy difícil.
Pasada una hora, el cielo comenzaba a oscurecer tornándose de un azul más oscuro. Las dos chicas se levantaron y se dirigieron hacia su piso. Aún era temprano para dormir por lo que prepararon la cena  y se sentaron en el salón a tomar las ensaladas que tenían ante ellas.
- No quiero que se lo digas a nadie.
- Pero...¿Nadie? ¿Cuándo se lo dirás a los chicos? ¿A Anna y Greg? ¿A tu propia abuela? El avión sale el lunes y mañana ya es domingo.
- Helen, no quiero despedidas. A mi abuela iré a verla mañana pero no se lo diré a nadie más.
La italiana soltó un profundo suspiro mientras pinchaba las hojas de lechuga con el tenedor. No comprendía la actitud de su amiga. Sabía que en el fondo, aunque no quisiera mostrarlo era muy sensible pero ese no era motivo para no despedirse de los que siempre habían sido sus amigos y del chico que durante tanto tiempo había observado en el autobús. Además no quería imaginar lo mal que se sentirían todos cuando supieran que se había marchado con la posibilidad de no volver sin despedirse de nadie. Eso no era justo.
- Como quieras, pero es injusto Elisabeth, y lo sabes. - dijo con tristeza mientras se levantaba para fregar su plato en la cocina.
Había perdido el apetito al igual que iba a perder a su mejor amiga. En esos momentos en los que más la necesitaba. ¿Qué haría ella sola en aquel apartamento? Con tantos recuerdos de las dos juntas. Con tanto silencio como el que en ese momento inundaba el piso. Con lo despistada que solía ser. ¿Acaso los padres de Elisabeth no habían pensado en ella? ¿Se quedaría allí sola?
Un nudo en la garganta la impidió respirar durante unos segundos. Sentía angustia con tan sólo pensar que todo podría acabar. Se dirigió hacia el baño, cerró la puerta y se miró detenidamente en el espejo. Algo había cambiado en ella. Su larguísimo pelo rizado seguía llegándole a la altura de la cintura, el color de su piel continuaba siendo muy claro, sus labios continuaban siendo finos, su nariz pequeña y sus ojos... Los ojos expresaban con total claridad lo mal que se sentía en aquellos momentos.
Abrió el grifo y  se mojó la cara con agua fría. Tenía que animar a su compañera, ella lo estaría pasando peor.
- Beth. - dijo una vez fuera del baño dirigiéndose hacia ella que fregaba su plato con el rostro empapado de lágrimas. - Beth. - No la miraba. - ¡Beth! - esta vez le arrebató el plato de las manos y ella no tuvo más remedio que mirarla.
- ¿Qué? - con un hilo de voz consiguió pronunciar aquella palabra.
- Vamos a la cama, mañana será un día muy largo.
Sin oponer ninguna resistencia se dejó empujar por Helen hasta el dormitorio, donde se cambió y acostó. En apenas dos minutos consiguió caer en un profundo sueño. Su compañera espero hasta ver que estaba dormida para levantarse y dirigirse hacia el salón donde se encontraba su teléfono móvil.

La luz se filtraba por los agujeros de la persiana pero Elisabeth continuaba profundamente dormida. El chico se sentó a los pies de su cama, agarró el mango de la guitarra con su mano izquierda y con la derecha, comenzó a hacer vibrar las cuerdas provocando que la música inundase la estancia. La chica comenzó a moverse con pesadez y lentitud. Los pies, las rodillas, la cintura, los hombros, los codos, las muñecas, los dedos y el cuello, hasta que por fin decidió abrir los ojos con cuidado.
Ya había amanecido y su amigo se encontraba a los pies de su cama con el instrumento de madera y cuerda entre las manos. Tocando una canción que ella desconocía. Por unos momentos creyó que nada había ocurrido, que no debía volver a su país natal, pero la sonrisa forzada que el chico rubio le dedicó le hizo darse cuenta de que no era así.
- ¿Qué haces aquí?
- Todo es culpa mía. - dejó la guitarra a un lado y mantuvo la mirada en el suelo.
La recién despertada se incorporó con cuidado e intentando controlar un leve mareo, se sentó junto a él apoyando su espalda en la pared. Niall se levantó bajo la atenta mirada de la chica, se dirigió a la cama vacía de Helen y se sentó de la misma manera que Elisabeth quedando frente a ella, con su guitarra a su lado.
- Por mi culpa vuelves a España.
Ella suspiró.
- No. Si debo volver a España es por culpa de mi padre y mía. Haberte conocido no es culpa de nadie y que las fotos lleguen a él tampoco es culpa de nadie. No va a entrar en razón, Niall. Yo debería haber sido más sensata y haberle hablado con más tranquilidad.
- Beth. Te echaré de menos.
Ambos se levantaron con rapidez y se fundieron en un largo abrazo.
- ¿A quién más le ha dicho Helen que me voy?
- A nadie. Me ha obligado a pasar el resto del día contigo así que ya puedes decidir que quieres que hagamos.


sábado, 5 de enero de 2013

Capítulo 17.

- Bueno chicos, pues tenemos una hora de descanso. - dijo Liam una vez que habían terminado de ensayar el repertorio completo de canciones.
- Podemos ir a dar un paseo. - propuso la chica de pelo morado. 
Todos los presentes dialogaban con tranquilidad excepto Elisabeth que se mantenía sumida en sus pensamientos. Por unos días estaba pudiendo notar como su vida dejaba de lado la monótona rutina. El tiempo comenzaba a volar y lo que en realidad eran cuatro días ella sentía que eran unas horas. Sin embargo pensaba que lo estaba haciendo mal. Que estaba cometiendo errores. En el fondo sabía de qué se trataba, pero siempre acababa engañando a su propia mente con escusas. No era tonta, sabía perfectamente dónde estaba el motivo de su preocupación pero, por una vez en su vida, no quería hacer caso a la sensatez. 
Miró a su alrededor. ¿Dónde estaban todos? ¿Habrían decidido a dónde ir y se habrían olvidado de ella? Perdida y tonta. Así se veía en esos momentos. Nunca creyó que alguien se pudiera enfrascar tanto en sus pensamientos como para perder la noción del tiempo y no darse cuenta de lo que sucedía en su cercanía. 
- Eh Beth. ¿Qué haces aquí? - dijo una voz grave a su espalda. 
Se giró y pudo vez al chico del pelo rizado y los ojos verdes, mirándola con media sonrisa.
- Pues... No lo sé. No me había dado cuenta de que os habíais ido... - dijo tímida. 
- Están fuera. Creo que nadie se ha dado cuenta de que no estás porque si no más de uno habría llamado. - comentó más para sí mismo que para la chica. 
- Harry. ¿Cómo te has dado cuenta de que faltaba yo? Sois un grupo de gente bastante grande...
- Bueno en realidad, yo he ido a hablar por teléfono y cuando he vuelto ellos no estaban y te he encontrado aquí. - de nuevo aquella sonrisa tan adorable. - ¿Cómo es que tú no te has dado cuenta de cuándo se han ido? 
- Estaba... pensando. 
- ¿Puedo saber en qué? 
- En todo. En vosotros, en Helen, en Niall, en...
Ambos guardaron silencio y la chica bajo la mirada. Harry comprendió en ese momento que aquella no era una de esas personas que necesitan hablar para desahogarse. Simplemente se guardan todo para sus adentros. Los pensamientos en su lugar, la cabeza. Él le pasó el brazo por los hombros dándole a entender que le apoyaba. Una sensación reconfortante recorrió el cuerpo de Elisabeth que no pudo evitar regalarle una sonrisa a uno de sus nuevos amigos. 
Aún medio abrazados salieron por la puerta trasera donde todos conversaban animadamente. 
- Eh chicos. - dijo Harry a modo de saludo. 
No hicieron falta más que aquellas palabras para que todos se giraran para mirarlos con asombro. 
- ¿De dónde venís? - preguntó la bailarina de pelo rizado. 
- De dentro. Podríais haberme esperado. - continuó Harry.
Elisabeth mantenía la mirada fija en el suelo con ¿Vergüenza? 
- Hemos decidido irnos al parque ese que hay unas calles más abajo. 
- Está bien. - él seguía hablando como portavoz de ambos durante aquellos momentos en los que Elisabeth  mantenía una actitud extraña e indescifrable. 
En grupo, caminaban por la calle casi vacía, cada uno hablando sobre su tema. 
- Eh, Beth. ¿Qué te ocurre? - preguntó Niall colocándose a la altura de su amiga que iba más apartada del grupo. 
Ésta tardó unos segundos en reaccionar. 
- Desde el ensayo estás callada. Más de lo habitual. 
- Bueno es que... no sé. Sólo estoy pensativa. No te preocupes. 
Una melodía pegadiza que ambos conocían intervino en la conversación haciendo que los dos dirigieran la mirada a la chaqueta gris de la chica. 
- Discúlpame un momento. - Niall se limitó a mostrarle una tierna sonrisa y se alejó un poco para dejar intimidad a su amiga. - ¿Si? ¿Quién es? - Hablaba en inglés haciendo como si no supiera quien era la persona que se encontraba al otro lado del teléfono. Hasta que su conciencia pudo con ella. - Ah hola Papá. ¿Qué ocurre? No, estoy en el piso - mintió.
Tras dejar hablar a su padre un minuto, se comenzó a alterar.
- Ya te he dicho que sólo son rumores. Qué vas a hacer ¿Encerrarme en un convento? - preguntó retoricamente. 
Después de varios minutos más escuchando gritar al emisor de la llamada, colgó la BlackBerry que su amiga le había tenido que prestar por culpa de uno de sus momentos de ira, la tiró hacia el suelo que pisaba que, en ese momento se encontraba cubierto de césped y salió corriendo sin rumbo. 
El grupo de chicos que hasta ese momento habían estado observando todo, se quedó en completo silencio cruzando miradas sin saber qué hacer. Helen agarró el teléfono que reposaba sobre la hierba y corrió tras su amiga. 
- ¡Suerte en el concierto! - gritó antes de que se le dejase de ver por culpa de la lejanía. 

Helen que había seguido a Elisabeth hasta una plaza, buscó a su amiga con la mirada. Sabía que en aquellos momentos no querría estar rodeada de gente por lo que dió vueltas hasta encontrarse con el banco mas apartado de todos. Junto a un árbol de hoja perenne que le daba sombra en los días soleados como ese. Allí se encontraba su amiga abrazada a sus rodillas contemplando el suelo con lágrimas en los ojos. 
- Eh Rubia. ¿Qué ha ocurrido? - preguntó con dulzura mientras se sentaba junto a ella
Ésta levanto la mirada y le dedicó la mirada más triste y desoladora que podría tener. Apoyó la cabeza en el hombro de la italiana y mantuvieron el silencio durante más de una hora. Hasta que la chica de ojos verdes lo rompió.
- El lunes vuelvo a España. Para no volver.

jueves, 3 de enero de 2013

Capítulo 16.

- Nosotros tenemos que irnos por allí a cambiarnos. Vosotras podéis esperar ahí sentadas que ahora salimos.
- Vale. - dijo Helen sonriente. 
Tras observar como los chicos avanzaban por un largo pasillo de paredes azul añil y puertas blancas, siguieron en la dirección que Harry había señalado y se sentaron en unas de las sillas que había colocadas en fila frente al escenario. 
- Te veo feliz. - dijo Elisabeth tras colocarse todo su largo pelo a un lado de su cuello.
Su amiga, la miró fijamente a aquellos enormes ojos verdes tan intensos. Esa chica que compartía piso con ella desde que hacía un año, a la que conocía desde que eran pequeñas la había ayudado mucho, quizá demasiado. 
Los recuerdos inundaron su mente.
Aún no se creían que sus padres hubieran decidido que compartiesen un piso con tan sólo quince años. ¿Acaso eso era legal? ¿Tan responsables las veían como para dejarlas vivir solas en un país extranjero para ambas? Las dos se conocían desde pequeñas, pues su situación era realmente similar. Habían nacido en lugares diferentes pero más tarde se habían mudado a Londres, donde sus padres se conocieron. Pasaban suficiente tiempo juntas como para forjar una amistad. Incluso Elisabeth cambió de instituto para ir al mismo que su amiga. Hasta que los padres de Helen anunciaron que debían volver a Italia por motivos familiares. La familia Black acogió a la niña en casa y aquella amistad se convirtió en algo más que eso. Se sentían demasiado cercanas. Una complementaba a la otra. Tras años y años viviendo bajo el mismo techo, los padres de Elisabeth recibieron una llamada de su oficina diciendo que el traslado del Señor Black a España sería inminente, así que tras hablar con los padres de Helen, llegaron al acuerdo de pagarles un piso en el centro de Londres a nombre de la abuela de Elisabeth por parte de padre que aún vive a unas calles de ellas, quien pasaría por el piso para cuidarlas lo máximo posible, pensando así, que sería una gran oportunidad para que sus hijas madurasen. La felicidad las inundaba por completo. Nunca creyeron que fuesen a conseguir sobrellevar la situación con responsabilidad, sin embargo, tras meses y meses, las visitas de la anciana disminuyeron y ellas consiguieron centrarse y repartirse las tareas del hogar. 
- Estoy feliz. Gracias por todo Beth. Eres lo mejor de este mundo. No sé cómo me sigues soportando. - dijo mientras la abrazaba fuertemente. 
- Oye yo también te quiero, pero me vas a ahogar como me sigas apretando. - dijo Elisabeth con una sonrisa. 
- Prométeme que nunca me dejarás sola. 
- Lo prometo. - dijo la chica española.
- Perdonad. ¿Nos podemos sentar aquí? -dijo una chica con el pelo teñido de morado. Sus ojos azules acompañados de una sonrisa esperaban una respuesta por parte de las dos amigas. Al igual que las dos chicas que sonreían tras ella 
- Claro. - dijo Elisabeth.
- Espera. ¿Tú eres Perrie?¿Perrie Edwards?¿La novia de Zayn? Y supongo que vosotras seréis Eleanor y Danielle. - se giro hacia su amiga que la miraba asombrada - Son las novias de los chicos. 
- Vaya, sí que estás informada. - dijo Eleanor sonriente. - ¿Vosotras sois Helen y Elisabeth? 
Las nombradas asintieron con una cálida sonrisa. 
- ¿Tú cómo sabes todo eso? Pensaba que no eras Directioner. 
- Y no lo soy, pero si a mi mejor amiga le gusta uno de los componentes de One Direction tendré que informarme ¿no? - dijo mientras contemplaba como las tres chicas restantes colocaban las sillas en frente de ellas para poder hablar mejor. 
- ¿Os importa que nos coloquemos así? - dijo Danielle dulcemente. 
- Tranquila, no importa. - dijo la más habladora de las dos amigas. 
- No quiero ser cotilla pero... ¿Has dicho que le gusta uno de los componentes de One Direction? ¿Quién?
- Nadie. No me gusta nadie. ¡Se lo ha inventado! - dijo Elisabeth completamente sonrojada. 
- No es cierto, te gusta Niall. No mientas. - insistió Helen.
Las mejillas de Elisabeth enrojecían cada vez más. Hasta el punto en que tuvo que cubrírselas con las manos para esconderlo. 
- ¡No me gusta! ¡Deja de decir tonterías! - todas reían menos ella que simplemente sonreía avergonzada. 
- Está bien... No te gusta... Lo siento. - dijo mientras le propinaba un fuerte abrazo.
- ¿Qué edad tenéis? - preguntó Eleanor.
- Dieciséis. - respondieron ambas al unísono. 
- Aparentáis más. - habló la rubia. 
- Eso dijo Zayn...
- ¿Qué dije yo? - preguntó éste con un micrófono haciendo que su voz resonara por todos los rincones y que las chicas tuvieran que llevarse las manos a los oídos. - Lo siento. Ya veo que este micrófono funciona. - dijo sonriente mientras caminaba por la parte del escenario más próxima a las espectadoras. 
- Bueno ¿Empezamos? - está vez habló Louis cuando todos los chicos se habían colocado en el escenario.
La música comenzó a sonar inundando la sala con su melódico sonido.