sábado, 13 de julio de 2013

Capítulo 25.

- Niall... Oye Niall, cálmate. Está en España, tan sólo lleva tres días allí. Estará adaptándose. Dale tiempo.
Zayn palmeaba cuidadosamente el hombro de su amigo intentando así tranquilizarle.
- No puedo estar tranquilo. Ella tendría que estar aquí. Si se ha ido ha sido por mi culpa. He perdido la oportunidad de...
Todo era tan confuso... El irlandés estaba inundado en frustración. Nada iba a hacerle sentir mejor. Nada excepto Beth. Aquella pequeña rubia de grandes ojos verdes le había calado muy hondo. Y sólo había conseguido alejarla de él. Seguro que en esos momentos estaba disfrutando de alguna fiesta con vistas a un español de grandes músculos y piel bronceada. Gente que no le arruinaría la vida. Gente que estaba seguro de que sus padres aceptarían como pareja de su hija.
- Sinceramente rubiales, no esperaba que fueses a olvidarme por una española, has caído muy bajo.- habló Louis con una mano en el corazón.
- Pero ¿Quién te va a querer a ti, Tommo? - esta vez fue Liam el que intervino con una sonrisa.
Y así fue como comenzaron una de sus más repetidas discusiones que no terminaban hasta que alguno de los cinco caía al suelo y todos reían sin pudor.

***

Los modales ingleses de Elisabeth le impedían poder decir claramente que ella no estaba interesada en mantener ningún tipo de contacto con ese engreído que pensaba que caería en sus garras con tan sólo una de sus groseras miradas. Por eso se recató con una sonrisa muy claramente forzada que lo único que consiguió fue aumentar las ganas de Lucas de tenerla entre sus piernas.
El chico moreno se acercó a ella con total confianza, provocando que ella retrocediera con miedo. El proceso se repitió dos o tres pasos más hasta que Elisabeth estuvo pegada a la puerta. ¿Pero este tipo de qué iba? Era inocente, pero no tonta.
- Te espero aquí esta noche, a las nueve. No faltes. - el susurro llegó con claridad hasta los oídos de la pequeña.
Ésta se removió incómoda. Comenzó a abrir la boca para decir que tenía otros planes (como por ejemplo, encerrarse en su habitación y no salir nunca más) cuándo su hermano pequeño apareció corriendo hacia ella.
- Beth por favor ¿Me puedo quedar un ratito más? Porfi porfi porfi porfi porfi... - suplicó agarrándose a su pierna cual koala.
- No, Chris, nos tenemos que ir. Además no queremos molestar a la familia de tu amigo Marcos ¿verdad?
El pequeño negó con la cabeza pero le dirigió una mirada a su compañero de guerras solicitando refuerzos con los ojos.
- No es molestia, se puede quedar a dormir si quiere. -añadió el más alto de todos los presentes.
Una batalla pareció estallar entre los dos adolescentes, los cuáles se contemplaban intentando sostenerse las miradas mutuamente. El verde de ella, contra el marrón de él. La timidez contra la confianza. El rubio contra el castaño.
El ceño fruncido de Elisabeth fue el que declaró que Lucas había ganado.
Ella hizo un gesto para mostrar que llamaría por teléfono y se dirigió hacia el porche de la casa. Marcó el número de su madre y esperó pacientemente a que contestara para explicar la petición de su hermano. A su espalda cruzaba los dedos deseando que Clara se negase y así ella no tendría que volver mañana. Pero siempre había sido muy liberal en estos temas y, para su desgracia, no opuso ninguna resistencia. Colgó el teléfono y soltó un suspiro de derrota. Tan sólo llevaba tres días en España y ya quería salir desesperadamente de allí y volver a Londres.
Entró de nuevo al recibidor dónde todos la esperaban expectantes. Asintió ligeramente con la cabeza y pudo percibir la sonrisa de satisfacción que Lucas había colocado en su cara. La chica se agachó hacia su hermano y le regaló un beso en la mejilla. Con cariño, revolvió el pelo del sonriente Marcos antes de que ambos salieran corriendo para jugar de nuevo.
- ¿Para mí no hay beso?
Elisabeth le fulminó con la mirada y se dio la vuelta para salir. Cerró la puerta y se dirigió de nuevo hacia su casa. Por el camino pudo notar el rubor de sus mejillas enfatizarse. ¡Qué chico más descarado! Se quedaría en su casa toda la noche y haría caso omiso de su estúpida cita.
La vibración en su bolsillo trasero del pantalón hizo que la hilera de sus pensamientos se rompiese rápidamente. Una sonrisa cruzó su rostro cuando vio el nombre de la persona que llamaba.