lunes, 11 de agosto de 2014

Capítulo 37.

Tres días.
Se colocó frente al espejo, al tiempo que se rascaba la palma de la mano, pensativa. Llevaba un vestido azul eléctrico con flores turquesas y unas zapatillas del mismo color. En sus dedos, tantos anillos como siempre solía llevar, sin dejarse ni uno sólo desnudo. En su muñeca una única pulsera con una cruz, la misma que su madre le había regalado antes de volver a Italia en la que estaba inscrito su nombre. Llevaba el pelo suelto, por encima de los hombros y los ojos pintados. No hacía más que repasarse con la mirada frente al espejo. Se veía demasiado elegante, pero no lo suficiente como para los que iban a ser sus acompañantes en el centro de Londres. Suspiró y se volteó para mirar su espalda, los tirantes cruzados dejaban ver su piel pálida que desentonaba un poco con los colores oscuros.
Decidió dejar de pensarlo tanto, al fin y al cabo, seguían siendo sus amigos y no la iban a juzgar por la ropa que llevara. Aunque quizás debería ponerse unos altos tacones como cualquier chica que fuera con ellos. A lo mejor si la prensa les hacía fotos pensarían que ella era una enana que no pegaba nada al lado de cinco estrellas de la música. A lo mejor, los chicos pensaban eso. Y si no lo hacían, seguro que la verían como la hermana pequeña a la que hay que cuidar porque es la obligación, pero con la que nadie quiere pasar el tiempo. El interfono sonó y supo que la esperaban. Cogió la chaqueta que más abrigaba de las que tenía y en sus bolsillos metió lo que creyó que necesitaría; dinero para pagar su parte de la cena, el móvil, un par de libras sueltas para pagar el autobús de vuelta y pastillas para la ansiedad en el caso de que todo fuera mal. El interfono volvió a sonar y ella se dio cuenta de que estaba tardando demasiado. Agarró las llaves y le dio dos vueltas a la cerradura al salir, no sin antes comprobar que todas las luces habían quedado apagadas y que nada estaría gastando energía en el tiempo que ella estuviera fuera. No pudo evitar dirigir una rápida mirada al calendario de la cocina, que tenía una visible cruz roja destacando el día siguiente.
Bajó corriendo las escaleras y pudo ver un rostro conocido a través del cristal del portal. Sonrió al instante cuando le vio, después de todo lo que había pasado. Sentía como si llevara siglos sin verle cuando, en realidad, eran cuatro semanas escasas. Su pelo castaño seguía siendo corto y su sonrisa de ternura al verla, tampoco había cambiado. Helen se acercó lentamente con miedo a su rechazo, con miedo de que no quisiera abrazarla o hablarle, o algo así. Pero Liam se adelantó unos pasos y la abrazó con tanta fuerza como sus ejercitados brazos le permitían. Ella le correspondió enseguida, tratando de aguantar las lágrimas que esperaban a salir impacientes de sus ojos.
- Liam, me estás ahogando. -murmuró cuando la fuerza de sus brazos le impedía respirar correctamente.
- No nos vuelvas a hacer esto, Helen. Nunca más. Te he echado muchísimo de menos. -respondió él cuando vio sus ojos brillando por culpa de las lágrimas.
Ella simplemente asintió y se dio la vuelta para entrar en el coche, saludando con una sonrisa a Harry que se encontraba en el asiento del copiloto y la ventanilla bajada.
Abrió la puerta trasera del Audi negro y se encontró con los ojos grises que le encantaron desde el primer día que los vio, y a su lado, un muchacho moreno con los brazos llenos de tatuajes y una tímida sonrisa a modo de saludo. Se sentó en el asiento libre, en silencio, sin saber exactamente qué decir. La verdad es que no se había sentido tan avergonzada nunca. Era muy incómodo no saber si realmente les alegraba su presencia o en realidad preferirían que se quedara sola en casa. Por un momento pensó que debería haberse ido de discotecas y buscar algún tío dispuesto a cualquier cosa por tenerla, pero tan rápido como eso surgió en su mente, desapareció. Prefería mil veces aquella compañía, aunque la odiaran y ni si quiera quisieran hablarle. Miró a Louis, vestido con unos pantalones negros y una camisa azul. Se le hacía raro verlo vestido tan elegante. Él captó su mirada, pero ella la retiró tan rápido como pudo. El chico pasó su brazo por encima del hombro de Helen y la achuchó cariñosamente.
- Te ha sentado jodidamente bien ese convento en el que has estado.
La italiana soltó una carcajada, reconociendo toda la ironía que había puesto en esa frase. Todos los del vehículo se unieron a la risa, pero la chica pudo observar como Harry se revolvía incómodo en su asiento y como se extendía una sonrisa triunfal en el rostro de Louis.
- ¿Dónde está Niall?
- Nos dijo que llegaría un poco tarde. -respondió Zayn.
Helen tarareaba bajito la canción que estaban poniendo en la radio en ese momento, mientras veía Londres pasar a través del cristal. No le podía gustar más esa ciudad, pero no podía evitar pensar que ella no seguiría allí de no ser porque los padres de su amiga la cuidaron. Y a pesar de todo, se había quedado sola, porque estaba segura de que Elisabeth no volvería, y menos después de lo que le había pasado. No podía culparla por necesitar un cambio, de la misma manera que ella. Pero la suerte era que a ella la había ayudado Harry a salir del agujero y a su amiga, nadie. O al menos eso era lo que pensaba, lo último que había sabido de Elisabeth era que había dejado de comportarse como la chica tímida y responsable que todos pensaban que era y que el cambio había tenido las peores consecuencias que habrían podido imaginar. Después de enterarse de que había estado en el hospital, Helen la había llamado incontables veces, pero en el momento en el que se había dado cuenta de que la española no quería hablar con ella, había desistido. Sin embargo, no estaba enfadada, simplemente decepcionada. La echaba de menos y había perdido todas las esperanzas de verla de nuevo.

***

- Tengo que irme, mis padres tienen que hablar conmigo. -dijo levantándose del regazo de su... novio.
Él frunció el ceño preocupado. La verdad es que no esperaba que los padres de Elisabeth entendieran que él quisiera salir con ella, al fin y al cabo, eran sus vecinos y le habían visto con muchas chicas distintas. Si no habían aceptado al "inglesito", cómo le iban a aceptar a él. Se puso tenso enseguida. Sólo llevaban dos días saliendo, no era posible que la chica le hubiera hablado ya de la relación en la que se encontraban. Carraspeó incómodo mientras veía como su chica se ponía sus botas por encima de los pantalones y colocaba la manta con la que se habían tapado para ver la película correctamente doblada.
- ¿De qué?
Ella se encogió de hombros sin darle realmente importancia al nerviosismo de Lucas. No sabía de qué querían hablar sus padres pero no les había visto demasiado preocupados cuando le habían pedido que volviera temprano esa tarde.
- No creo que sea nada malo.
Lucas se levantó y miró aquellos grandes ojos verdes. Acarició los brazos de la chica mientras adoraba su mirada. Se inclinó hacia abajo y le besó con dulzura. Cada beso que le daba le gustaba más que el anterior y le preocupaba que no fuera un sentimiento mutuo. Estaba muy pillado y no le importaba admitirlo, en su interior.
- No creo que a tus padres les guste... esto.
Elisabeth sabía que se refería más a él mismo que a la relación en sí. Pero realmente no le importaba. Sus padres habían aprendido la lección y estaba segura de que la dejarían escoger su propio camino a ella misma. Al menos eso esperaba.
Sonrió contra sus labios y le besó intentando darle algo de tranquilidad.
- Me da igual. -añadió al separarse.
Caminó hasta el recibidor, dejándolo allí parado, observando cada uno de sus movimientos. Lo perdió de vista mientras agarraba su chaqueta y caminó de nuevo a la estancia en la que él se encontraba, para terminar de ponérsela. Cogió su bolso y se lo colocó sobre el hombro. Lucas se acercó a ella y la besó con fuerza, sin delicadeza, sólo sus bocas, una contra la otra. Se separó algo sonrojada y le besó en la mejilla, antes de salir corriendo hacia su casa.
Fuera llovía y hacía muchísimo viento, así que se dio toda la prisa posible para llegar a casa. Sus pulmones pudieron coger aire caliente sin dificultad en cuanto pisó la moqueta de su casa. Se deshizo de la ropa mojada y se puso un chándal cómodo y calentito. Bajó deprisa las escaleras con dos capas de calcetines cubriendo sus pies y provocando que casi resbalara en los escalones desnudos de las escaleras. Llegó jadeando y se dejó caer sobre el sofá, sintiendo las miradas tranquilas de sus padres sobre ella.
- Venga, de qué queréis hablar. -dijo dando palmas sobre sus rodillas con excitación.
Tanto Clara como Carlos se intercambiaron una mirada.
- Ya sabes que sentimos mucho todo lo que ha pasado...
Elisabeth dirigió miradas a ambos intermitentemente con la curiosidad pinchando en su estómago. Se mantuvo en silencio esperando a que su padre continuara la frase, pero fue su madre quien lo hizo.
- Así que, bueno... Nos has demostrado que después de todo lo que ha pasado... Sabes llevar bien las cosas y... En fin, sabemos que no estás cómoda aquí y mañana es tu cumpleaños...
- ¡Dilo ya, Mamá!
La chica estaba de los nervios, no se estaba enterando de nada y quería saber que era eso que hacía que sus padres se comportaran de manera tan extraña. Su padre le entregó un sobre blanco y ella, estresada por tanto misterio, lo rasgó con rapidez. Un grito salió de su garganta como acto reflejo y se lanzó con los brazos abiertos a sus padres. No podía creerlo, realmente estaba pasando. No podía parar de dar saltos, las lágrimas recorrían sus mejillas y sus padres la abrazaban con fuerza. Elisabeth miró de nuevo el contenido de aquel sobre, y tuvo la sensación de que aquel billete de ida a Londres, no sólo le iba a traer alegría.

1 comentario:

  1. Hola! Sé que nl he sido puntual, pero en fin, aquí estoy de nuevo para leer los capítulos que tenía acumulados. Para esto de las novelas tengo temporadas, las leo y me vicio mucho, por lo tanto cuando llego al punto de viciarme demasiado necesito un tiempo sin leer, pero siempre acabo volviendo. JAJAJAJA. Me pasa con todo. Bueno, que ya estoy de vuelta, así que no vas a acabar esta novela sola, ten por seguro que yo la voy a acabar de leer. Es preciosa, de verdad, además admiro mucho que seas capaz de seguir con ella, la mayoría de las escritoras ya me habrían dejado a medias. Me encanta, y cada vez tengo más ganas de saber que va a pasar, Lucas no me acaba del todo. Bueno, a lo que iba, que me encanta tu novela y que es perfecta, no la dejes por favor (aunque sé que no lo vas a hacer). Siguela pronto, no sé si cuando subas me enterare en seguida, pero te comentaré. Un besote!! <3
    Lia. :)

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