viernes, 8 de agosto de 2014

Capítulo 35.

Siete días.
Abrió los ojos y escuchó el silencio que reinaba en su nueva casa de las afueras de Londres. Se rascó el torso desnudo mientras observaba la luz que se colaba por la ventana. Deslizó las rodillas por debajo del edredón y se sentó en el borde del colchón. Una mueca de dolor cruzó su rostro cuando notó un fuerte pinchazo en su pierna mala, visible por debajo de sus pantalones de baloncesto. A pesar de ser invierno y estar en Inglaterra, se sentía muy cómodo durmiendo tan sólo con sus pantalones de deportista. Sus ojos azules escocían del cansancio y agradecía mentalmente que se pudiera dar esa semana de descanso antes de ir a Nueva York. Le encantaba aprovechar esos días viendo fútbol en la televisión, jugando al golf con algún amigo o quizás, dando vueltas con la bicicleta. Caminó descalzo por la madera del suelo hasta el armario para agarrar una sudadera y mantenerse en calor. Llevaba varios días de mal humor, pero precisamente ese, había despertado con tranquilidad en su interior. El estómago no le daba vueltas, sino que le rugía de hambre. Y no tenía ganas de quedarse sólo todo el tiempo.
Se dirigió a la cocina, la estancia más pequeña de su casa, y se preparó un poco de café junto con tostadas. Abrió la alacena más alta, donde guardaba la bollería, y sin fijarse realmente, agarró algo para acompañar el desayuno. Le apetecía ir al gimnasio, hacer un poco de ejercicio y relajarse después, pero le dolía demasiado la rodilla como para eso. Mientras leía el periódico, apuró lo que le quedaba de café en la taza y decidió ponerse a tocar la guitarra.
Tarareaba una melodía al azar cuando el timbre le desconcentró. Chistó y dejó la guitarra a un lado. Le aliviaba pensar que siempre había algo que podía ayudarle a ordenar cada idea de su interior. Se sorprendió mucho cuando abrió la puerta; encontró a una chica bastante cambiada pero cuyo rostro era difícil de olvidar, acompañada de Harry. Sonrió ampliamente y abrió sus brazos para estrechar a la pequeña italiana entre ellos.
- Te he echado mucho de menos.
Se separó un poco y la miró fijamente, sus ojos color miel estaban inundados en lágrimas que no eran de otra cosa más que felicidad y culpabilidad. Dirigió la mirada a su amigo quien le devolvió una sonrisa y un suave "hi".

***

- ¡Buenos días! -dijo alegremente al otro lado del teléfono.
- Harry, sólo son las once y quiero dormir, hablamos después... -su tono adormilado cada vez se alejaba más de la percepción del inglés, al tiempo que ella retiraba la oreja del dispositivo para colgar.
Había pasado la noche más tranquila que había podido tener en las últimas cuatro semanas, en las que si no era por un chico, o una fiesta, su conciencia la castigaba hasta altas horas de la madrugada en las cuales, sin más remedio, caía en los brazos de Morfeo.
Escucho la voz de su amigo gritando, desesperado por evitar que terminara con la llamada.
- ¡Helen! ¡No cuelgues!
La chica gimió con sueño, esperando a que se callara de una vez y la dejara dormir.
- Qué quieres... -su tono de derrota hizo sonreír al interlocutor.
- He pensado que te apetecería acompañarme a casa de Niall.
Helen abrió los ojos con sorpresa y no movió ni un músculo, aún a sabiendas de que nadie la estaba mirando y que eso no cambiaría lo que había oído. No estaba enfadada con el irlandés en absoluto, al contrario, era el que mejor se había portado, pero ella no había hecho lo mismo con él. De hecho, era, junto con Harry, el que más había pagado su frustración, pero el que menos se lo merecía. Le dolía pensar que seguro que Niall lo había pasado mal cuando su amiga se fue y ella no estuvo ahí para darle su apoyo o cuando se enteró de que Beth estaba en el hospital y tuvo que coger el primer avión a Málaga, con la suerte de no tener que hacer escala en Madrid. Recordaba el momento en el que le explicó todo lo que había ocurrido y ella no había sabido hacer otra cosa que colgarle el teléfono y no volver a dirigirle la palabra, ni a él, ni a nadie. Sólo había cogido dinero, había ido a la peluquería, se había cortado el pelo y después, al volver a casa, había sacado de su armario toda la ropa que se pondría para salir de fiesta. Ahí comenzó todo para ella.
Sacudió la cabeza recordando que Harry seguía al teléfono, aguardando una respuesta.
- No sé si es buena idea. No creo que quiera verme.
Colocó el teléfono entre el hombro y su oreja y se levantó de la cama. Sacó del armario unos pantalones negros y un jersey amarillo. Comenzó a vestirse mientras escuchaba a su amigo hablar.
- Vamos Helen, los dos necesitáis hablar. Él también ha estado mal. Estoy seguro de que se alegrará mucho de verte.
Un suspiro aterrizó en el oído del inglés. Sonrió, sabiendo que aunque le costara, su amiga estaba tan dispuesta como él a arreglarlo todo.
- ¿Cuánto tiempo me queda hasta que vengas a por mi?
- Una hora. Luego te veo. Adiós.
- Adiós. -respondió ella, notando como algo en su estómago se empezaba a remover con nerviosismo.
Tuvo tiempo suficiente para ducharse y vestirse. Se encontraba delante del espejo del pasillo, a punto de dibujar una línea negra en el párpado superior cuando algo hizo latir su corazón con fuerza. La puerta del cuarto de estudio estaba entreabierta. No recordaba haber entrado en esa habitación tras haber hecho su cambio radical. Ahora estaba vacío, pues todos los libros que llenaban las estanterías eran de Elisabeth. Casi sonrió al recordar como su amiga era incapaz de estudiar o leer en la misma habitación que ella. Siempre la sacaba de quicio porque no podía estar en silencio incluso cuando estudiaba.
Suspiró y volvió al espejo para pintar la línea de su ojo.
No había demasiado tráfico en Londres pero se necesitaban más de diez minutos para salir del centro y dirigirse a la zona en la que vivía en ese momento Niall. Helen jugaba con los numerosos anillos que adornaban sus manos.  ¿Y si no quería verla? ¿Y si les cerraba la puerta en las narices?
Harry parecía saber todo lo que estaba pensando.
- Seguro que se alegra de verte, con lo guapa que estás con ese corte de pelo. -añadió en tono burlón.
Helen suspiró. Su estómago daba vueltas como una lavadora a máxima potencia.
El coche paró y su corazón también. En su cabeza no hacía más que castigarse por haber sido tan estúpida de fastidiarlo todo. Estaba claro que Elisabeth y ella tenían la misma capacidad para estropear las cosas, una en España y otra en Inglaterra.
Harry seguía sentado sin salir del coche, mirándola fijamente a los ojos, alhéntandola con sus grandes esmeraldas. Ella simplemente asintió y dejó de darle vueltas a los anillos para abrir la puerta y situarse detrás de su amigo, acobardada por el miedo de enfrentarse a su propio desastre.

***

Los tres entraron en casa sin decir una palabra y se sentaron en los sofás del salón. El rubio se apresuró a quitar la guitarra de la la silla de madera y a deshacerse de todos los papeles que estorbaban en la mesa. Harry no quitaba la mirada de la chica, que seguía llorando abrazada a Niall, derrumbada por el poco rencor que le guardaba su amigo.
- No llores más, por favor. -pidió el irlandés en un intento desesperado de calmarla.
Jamás se habría esperado aquella reacción de Helen, es decir, no es que no fuera expresiva, que ciertamente a veces lo era de más, sino que siempre se la veía sonriendo y divirtiéndose. Claro que eso fue, antes de que su mejor amiga se fuera del país. Cada día después de la marcha de la española, había sido un problema o un cambio. Todos sabían que cuando se fuera, las cosas cambiarían, pero nunca imaginaron cuánto. Vio como sacaba un pañuelo de su bolso marrón oscuro y se limpiaba las lágrimas. Se sorbió un poco la nariz y levantó la mirada hacia sus ojos azules. Niall vio tanta culpabilidad en ellos que la abrazó aún con más fuerza si cabía.
- Lo siento. -murmuró ella.
Los dos chicos no pudieron evitar que unas sonrisas escaparan de sus rostros.
- No lo hagas, no tienes nada que sentir. -dijo con sinceridad.
Helen se separó de Niall y se puso en pie, tan sorprendida por su respuesta como sus acompañantes por su reacción. Comenzó a masajearse la nuca mientras caminaba dando vueltas por la estancia, con el único sonido de sus botas de tacón chocando con la suave madera. Un nudo apoderaba su garganta y ella no podía entender que Niall no le gritara como había hecho Harry la tarde anterior. Ambos la miraban como si estuviera desquiciada. El moreno se levantó del sofá haciendo que los otros dos presentes le observaran.
- ¿Alguien quiere un té? Voy a preparar té. Espero que tengas algo que me agrade Niall.
Y sin dar lugar a que nadie le respondiera, salió del salón. La chica suspiró y comenzó a darle vueltas a sus anillos como había hecho en el coche, en silencio y sin moverse de su sitio. Dirigió un rápido vistazo a su amigo y lo vio sentado, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos unidas, sin quitar la mirada de sus uñas. Helen caminó hasta él y se sentó a su lado.
- ¿Por qué no me gritas? ¿No tienes ganas de pegarme? ¿Me sigues considerando tu amiga? ¿Crees que soy estúpida? ¿Por qué narices me perdonas, Niall?
Los dos océanos del chico no dejaron de contemplar las puntas de sus dedos. Parpadeaba constantemente asimilando en su cabeza cada una de las preguntas.
- Porque no mereces que te grite, ni que te pegue, ni que deje de considerarte mi amiga. Claro que eres estúpida, deberías haber venido a verme mucho antes. Y no te perdono Hel -levantó la mirada hasta conectar los dos pares de ojos-, porque no tengo nada que perdonar. A todos nos ha venido grande lo que ha pasado y Beth era tu mejor amiga, lo único que supe hacer fue echarle más leña al fuego, debería haberte contado las cosas en persona, con tranquilidad. Fui a verte mucho después, pero no abriste, y comprendí que si hubiera ido antes, habría sido de más ayuda. En realidad, si hubiera desmentido todos los rumores de la prensa, ella -pronunció sin atreverse a nombrarla de nuevo-, seguiría aquí. Todo esto es culpa mía y si hay alguien a quien hay que perdonar, es a mí. He tenido mucho tiempo para pensarlo y, no estoy enfadado con nadie más que conmigo mismo.
Algo despertó en la italiana, algo que no supo lo que era hasta mucho tiempo después. Era alivio. Estaba aliviada porque después de pasar tanto tiempo asustada de que todo el mundo la odiara, se dio cuenta de que no era así. Pero también era sorpresa, de que Niall se culpara a si mismo por el hecho de que ella los evitara a toda costa. No sabía exactamente como explicar que las cosas no eran así.
- No, te habría gritado y te habría hecho odiarme más de lo que deberías si hubieras ido a verme. Escucha, Beth se ha portado como una estúpida allí y no tenemos por qué cargar con la culpa de ello. Era... Es -rectificó-, mi mejor amiga, y no me importa decir que ella ha jodido muchas cosas. Pero no niego que yo también lo haya hecho. Confío en ella y sé que volverá y que todo será como antes.
Y entonces el irlandés se sorprendió a si mismo con lo que dijo.
- No sé si quiero que todo sea como antes.
Todo quedó en silencio. Harry, que desde la cocina lo había escuchado todo se dio cuenta de que, en realidad, él tampoco estaba seguro de ello. Es decir, quería que Elisabeth volviera, pero no sabía cómo irían las cosas con Niall después de todo lo que había pasado.

La novela está llegando a su fin y estoy orgullosa de estos últimos capítulos. No estoy muy pendiente de avisar a las lectoras porque no quiero perder demasiado tiempo y ilusionarme con que lean xd. El caso es que voy a intentar subir todos los días antes de que me vaya de vacaciones. Antes de acabar me gustaría ir dedicando capítulos a quienes todavía están ahí, pero eso no quita que añada una entrada de agradecimientos cuando acabe. El caso es que estoy contenta de saber que aún hay gente que me lee y de saber que seré capaz de acabar lo que empecé hace casi dos años. Lo siento porque sé que no soy una gran escritora y aún así llevo tanto tiempo para 35 capítulos. Este curso me he centrado al máximo y he evitado a toda cosa distracciones de este tipo, por eso no quiero dejaros colgadas y os digo que acabaré este viaje, sola o con lectores, pero lo haré. Espero que no seáis capaces de imaginar un final, porque entonces, no tendría tanta emoción. Muchas gracias por seguir ahí. 
Este capítulo es para Helen, porque en ella basé el personaje de esta historia y en estos momentos se encuentra en tierras inglesas. A ella le debo estar en este fandom así que creo que es demasiado importante para no nombrarla aquí.

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